Todo sucedió el pasado primero de febrero en el estadio del Al Masry, en Port Said. Al finalizar el encuentro, que terminó 3 a 1 para los locales, los hinchas entraron al campo de juego para enfrentarse con sus rivales. No importaba si eran jugadores, del cuerpo técnico o hinchas. Hubo piedrazos, botellazos, sillazos, enfrentamientos cuerpo a cuerpo, con cuchillos, bombas molotov y armas de fuego.
Oscar Elizondo, argentino que trabaja en el Al Ahly como analista, vivió todo en carne propia. "Parecía una guerra. Nunca en mi vida imaginé vivir una cosa así. Fue muy fuerte, todavía estoy temblando, shockeado. Vi morir gente al lado mío, y yo me salvé de milagro. Corrí hacia el vestuario lo más rápido que pude, sin mirar atrás o sin darme vuelta para ver quien me golpeaba o me perseguía. Cuando llegué junto con los jugadores, nos mirábamos las caras y veíamos cómo simpatizantes venían a pedir ayuda, ensangrentados o agonizando. Los jugadores lloraban de impotencia por ver cómo morían delante nuestro", declaró.
Todo terminó en un infierno, con gente muerta y herida en el campo de juego y en los vestuarios. Los jugadores y algunos hinchas visitantes tuvieron que regresar a El Cairo en aviones. Luego, el ejército desplegó tropas para contener a los violentos y evitar más cruces.
¿Por qué razón sucedió esta revuelta? Si bien ambos equipos tienen cierta rivalidad futbolística, todo apunta todo está relacionado con la caída del régimen de Hosni Mubarak, dictador egipcio que gobernó durante 30 años -hasta el 11 de febrero del año pasado, cuando fue derrocado-. Desde entonces, el mandó fue tomado por una junta militar -integrada por muchos seguidores Hosni, que mantuvieron la "Ley de emergencia" -. "Los sucesos de Port Said fueron planificados y son un mensaje de los partidarios del antiguo régimen", señaló el diputado Esam Al Erian en un comunicado publicado en la página web del Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), formación política que está vinculada a los Hermanos Musulmanes.
Se dice que los fanáticos del Al Ahly fueron participes en la lucha por derrocar la dictadura, y hasta se los vio festejar la huida de Mubarak en la plaza Tahrir de El Cairo. Los del Al Masry eran partidarios del dictador y por eso buscaron la confrontación. Todo parece muy sospechoso y premeditado, como también la actitud de las fuerzas de seguridad que estaban en la cancha -cerca de tres mil efectivos, que no interfirieron para detener la batalla-.
Mientras sigue la incertidumbre, el Gobierno aceptó la dimisión del gobernador de Port Said, el general de división Mohamed Abdulah, y cesó a los dos mandos policiales responsables de los incidentes en el estadio de fútbol de esa localidad. También fueron destituidos todos los miembros de la Junta Directiva de la Federación de Fútbol Egipcia que, tras la tragedia acontecida, decidió anular todos los encuentros de la jornada.
Los habitantes o personas relacionadas con las víctimas realizan huelgas, movilizaciones y actos de vandalismo en señal de queja con lo sucedido. Se seguirá buscando al culpable de este hecho, que parece estar cubierto por ahora por un velo o una "mano invisible", como dicen en el país. Todavía hay muchas cosas por debelarse, aunque una es segura: la guerra se cobró la vida de muchos, y el deporte vuelve a ser el escenario de otra tragedia.
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