viernes, 13 de julio de 2012

La leyenda de Roger Federer continúa

   Muchos decían que su tenis estaba en curva decreciente. Otros, que su tiempo se estaba acabando. Hasta se dijo que su retiro se acercaba. Lo cierto es que Roger Federer logró ganar Wimbledon, volver ser número uno y le demostró a todos que todavía tiene mucho por darle al deporte.
 Es verdad: Federer, a sus 30, no es el mismo que hace algunos años. Es verdad también que cada vez le cuesta más medirse con Rafael Nadal y con Novak Djokovic, por el ritmo de juego e intensidad que estos demandan. Pero la calidad del suizo es innegable, al igual que su grandeza. Grandeza que demostró en este Grand Slam inglés, aprovechando la caída rápida y sorpresiva de Nadal y jugando de manera soberbia y de menor a mayor. Si bien tuvo algunas dudas en los primeros partidos, fue agigantándose y venció al serbio en las semifinales y al todavía virgen en títulos grandes Andy Murray en la final, privándole el sueño a él y a todo el pueblo del país de ver a un campeón británico en el torneo -algo que no sucede desde 1936, cuando ganó el local Fred Perry-.
 Así, Roger logró levantar su Grand Slam número 17 -es el más ganador- y su séptimo Wimbledon, igualando a Pete Sampras. También empató a Sampras en semanas en la cima del Ranking ATP, 286, aunque es cuestión de horas que este récord sea sobrepasado. Es también su título 75, ubicándose sólo debajo de John McEnroe, Ivan Lendl y Jimmy Connors -77, 94 y 109, respectivamente-.
 Pero todas estas cifras, marcas y trofeos carecen de importancia cuando del suizo se trata. Su imagen, actitud dentro y fuera de la cancha, elegancia, estilo de juego y demás lo hacen una verdadera leyenda que trasciende estas cosas tan materiales. No por nada muchos lo señalan como el mejor de la historia tenística hace tiempo. Su grandeza es indiscutible, pero lo ocurrido en Inglaterra y en esta temporada le demuestra al tenis, al periodismo y a él mismo que le queda resto.
 Los murmullos comenzaron en 2008, cuando Roger comenzó a ceder ante Rafa en los duelos personales -seguramente, su rivalidad deportiva quedará como una de las más recordadas-. A la final histórica perdida en Wimbledon ante el español, luego de suspensiones por lluvia y casi cinco horas de pelea, había que sumarle el hecho de su rival le arrebatara el número uno cuando levantó la medalla de oro en Beijing.  
 Los murmullos aumentaron cuando cayó ante el mismo oponente en el último partido en Australia -que concluyó con llantos suyos en la entrega final-. Allí, parecía que el reinado iba a cambiar de manos y una etapa se terminaba.
 Pero esa fue la primera vez que el de Basilea se levantó: primero, se llevó por primera y única vez Roland Garros, para luego volver a ser el rey al repetir en el abierto inglés. En ese entonces, sumaba 14 Slams -al igual que Sampras-.
 Luego sí le tocó ceder su trono ante Nadal y Nole, que dominaron en los últimos dos años. Su último gran torneo ganado había sido el Australian Open 2010, ya que luego el de España y Djokovic se repartirían todos los demás. Las voces volvían a sonar en torno a qué le sucedía a Federer y si podría éste subirse a la cumbre otra vez.
 Esta temporada parecía oportuna: Rafael venía con problemas físicos y el de Serbia tenía que defender muchos puntos -a diferencia de él, que en la primera mitad del año pasado sólo tenía ganado Doha-. Pero lo más importante era cambiar la mentalidad. Esa que tantas veces lo ayudó a triunfar y que pocas le falló. Era el momento de mostrarse y mostrarle a todos que estaba entero.
 Si bien no pudo repetir Doha -llegó a semis-, logró semifinales en los dos primeros Grand Slams, los ATP 500 de Róterdam y Dubái, los Masters 1000 de Indian Wells y Madrid y el ya mencionado Wimbledon. Todo esto jugando como sólo él sabe, recuerda y disfruta. Lo demás es historia ya contada: copas, récords,  el uno del ATP y la gloria.
 En la conferencia después de derrotar a Murray, contó que estaba feliz de poder ganar, jugar bien, disfrutar y hacerlo mientras su familia -su esposa e hijas- lo veían en el estadio.
 Su magia sigue intacta. Ahora, irá por su próxima meta que es ganar el oro olímpico single en Londres -una de las únicas cosas que le faltan-.  Lo consiga o no, no importa: su película ya pasó por todos los finales felices. El mito será eterno.





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