Mientras tanto, el fútbol luso demuestra estar de pie y sin secuelas, lo que se puede evidenciar en la Liga Europa, en la que los dos finalistas y tres de los cuatro semifinalistas son de ese país si se tiene en cuenta al Benfica, el club más importante históricamente. El Porto, que es el equipo portugués con más éxitos en los últimos años -ganó dos copas de la UEFA, una Champions League y una Intercontinental, además de muchos títulos locales- se coronó también en la liga de manera invicta, con un amplio margen respecto a sus perseguidores y ahora va por el triplete, que conseguirá hoy si vence en la final de la copa de Portugal al Vitoria Guimaraes.
El gran presente es mérito del director técnico, André Villas-Boas, que fue ayudante de José Mourinho y ahora sigue sus pasos en el club donde el actual comandante del Real Madrid dejó una huella. También hay una gran presencia sudamericana en el plantel: los colombianos Radamel Falcao -goleador de la copa europea- Freddy Guarín y James Rodríguez, el brasileño Hulk y los argentinos Nicolás Otamendi y Fernando Belluschi, entre otros.
Sin embargo, la liga local está lejos de ser atractiva. Al igual que la competición española, todo se decide entre los dos más grandes, el Porto y el Benfica, quedando lejos el Sporting de Lisboa -que terminó a 36 puntos del campeón- y el subcampeón de la UEFA, un Sporting Braga que sólo cuenta con un trofeo en su historia -la copa local de 1966- y siempre pelea en los últimos puestos, peligrando con descender, más allá de su gran participación en esta competencia, en la que eliminó al Sevilla, al Liverpool y al Benfica.
Se puede concluir, entonces, en que los equipos lusos demuestran un gran presente en las competiciones continentales y no tambalean, por ahora, ante la crisis económica que transita su país, mostrando dos realidades, dos mundos si se quiere, en un mismo terreno: el paraíso para los dragones de Villas-Boas y el infierno para todos los demás.
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